Mozart, entre el mito y la leyenda

Por Marcos Ramírez Canul


ESTE 27 DE enero se cumplen 256 años del natalicio de Mozart, el prodigio musical.
Introduzcámonos en el fascinante mundo de la vida de ese grande e ilustre personaje y conozcámoslo con sus virtudes y sus defectos, pues al fin de cuentas fue de carne y hueso; mitificado por la historia hilvanada en torno al espacio y al momento histórico que le tocó vivir.
Johanes Crisostomus Teófilus Woltgangus Mozart nació en 1756 en la ciudad de Salzburgo; distante a 250 kilómetros de la entonces capital de la música en el mundo, Viena; es considerado el único y auténtico niño prodigio que registra la historia de la música universal.
Su padre, Leopoldo Mozart, maestro de música del Príncipe Arzobispado de Salzburgo, ya había hecho una labor importante en ese campo; cuando nacieron sus hijos Nannerl y Mozart, los niños siempre vivieron rodeados de músicos y del ambiente musical que se generaba en el hogar y en el trabajo del padre. Leopoldo, al ver el interés de sus hijos por la música, pronto empezó a enseñarles, de hecho Mozart inició sus primeras lecciones a la edad de 3 años. A la edad de 5 años ya tocaba el teclado y el violín y ya hacía improvisaciones musicales, es cuando inició con sus primeras composiciones, que eran piezas cortas para arpicordio.
Al ver Leopoldo la facilidad que tenían sus hijos en el aprendizaje de la música, en especial de Mozart, se dedica de lleno a la formación musical de ellos, cuidando hasta los mínimos detalles para hacerlos verdaderos artistas.
En 1762, cuando Mozart apenas tenía 6 años de edad es llevado por su padre, junto con su hermana, a su primera gira musical, con el objeto de dar a conocer en Alemania el talento de sus hijos, donde tocaron para el príncipe Maximiliano José III en Munich y en Viena para el emperador Francisco I y la emperatriz María Tereza. Por consiguiente los niños Mozart, a diferencia de los niños comunes, raras veces tenían tiempo de ocuparse en juegos infantiles, puesto que todo el día eran absorbidos por ensayos, solfeo y otros menesteres que conlleva la enseñanza musical.
En 1763 los Mozart salen a una extensa gira por Europa visitando Bavaria, Bruselas, Versalles, París, Londres, Ámsterdam y Suiza, en donde también tocaron en palacios y cortes reales.
En 1764 en París, publican su primera pieza musical “Sonata para Clavecín”.
En 1782 a la edad de 26 años, ya consolidado como compositor, pianista y maestro de música, decide residir en Viena y trata de hacer una vida adulta desligándose del yugo paterno. Se integra a la sociedad vienesa y se dedica a la creación de sus más importantes obras, incluyendo conciertos, sonatas, sinfonías y la ópera.
La ópera fue para Mozart el género predilecto por excelencia, de hecho él la perfeccionó.
Se casa con Constanza Weber, sin el consentimiento del padre, hecho que marcó para siempre su relación paterna.
Quizás lo más notorio de su vida en Viena fue la estrecha amistad que cultivó con Joseph Haydn, el gran maestro, 24 años mayor que Mozart, pero tenían algo en común: ya se les consideraba como los dos más grandes compositores de su tiempo.
El emperador José II, amante de la música, fue para Mozart su mecenas más importante, el protector de su música.
Para 1780, la fama de Mozart alcanza su esplendor; solicitado, asediado por la nobleza y la burguesía, ganaba el dinero a manos llenas, pero tenía un defecto: no sabía administrarse económicamente y todo lo que ganaba inmediatamente lo gastaba, con el costoso estilo de vida que se había impuesto.
Mozart fue iniciado en la francmasonería y fue excelente hermano masón, pues sabía de los valores de la igualdad y la fraternidad, preceptos básicos de esa hermandad.
En 1787 muere Leopoldo, el padre de Mozart; ese hecho fue un terrible golpe para él y el inicio de su decadencia emocional, puesto que su padre lo fue todo para él. Precisamente es cuando escribe quizás su ópera más importante, “Don Giovanni”, con el libreto de Lorenzo Daponte, en donde descarga ese sentimiento hacia el ser que le dio todo hasta la saciedad, su padre, así llegaron otros conciertos, otras sinfonías, otras óperas. La Flauta Mágica, La Sinfonía No. 40, La Pequeña Serenata Nocturna, El Concierto Para Piano No. 20, el Aria a la Reyna de la Noche, son unas de sus obras más conocidas en el mundo.
En 1790 compone varias óperas, entre ellas La Flauta Mágica, con libreto de Emmanuel Schikaneder, que le confirman su reputación como compositor, mas el exceso de su trabajo creativo, los excesos de su vida social, la nostalgia por la muerte de su padre y la muerte de su protector, el emperador José II de Austria, fueron minando su salud y con frecuencia se enfermaba.
Le habían encargado una Misa para difuntos, que él aceptó porque requería del pago, pero enfermó nuevamente, empeorando su condición.
La mañana del 5 de diciembre de 1791, a la edad de 35 años, Mozart falleció, sin haber podido terminar Misa del Réquiem; su discípulo Franz Xavier Susmayer, tuvo que terminar la obra, que fue entregada a un misterioso solicitante.
El cuerpo de Mozart fue llevado a bendecir al día siguiente a la catedral de San Esteban, en Viena, con una ceremonia sencilla a la cual acudieron familiares y algunos amigos, fue enterrado en el cementerio de San Marx, en una fosa común, pues eran las costumbres de aquel lugar en esa época.
En ese mismo momento nacía la leyenda, el genio, que había aportado al mundo 626 obras, entre misas, conciertos, serenatas, óperas, sinfonías y arias, a lo largo de 29 años de fructífera producción musical; si tomamos en cuenta que en aquella época no se contaba con la tecnología impresa de hoy y los copistas no se daban por racimos, por tanto Mozart tenía que escribir sus partituras, las particellas para cada uno de los instrumentos de la orquesta, por cada una de las secciones instrumentales; tenían que ensayar, dirigir, en fin, una labor titánica que hoy en día no lo hace compositor alguno, de conciertos o música popular.
El nombre de Amadeus (amado de Dios), se le adjudicó posteriormente a su bautismo, por sus propios seguidores, sus discípulos; amado y admirado por muchos, aunque desafortunadamente odiado y envidiado por algunos, algunos de esos que nunca faltan en la vida de alguien que consigue el triunfo, de esos que ponen piedras en el camino, pues así reflejan sus complejos y frustraciones en torno al oficio.
De esa leyenda se desprende el mito de la muerte de Mozart, pues muchos afirman que murió envenenado por Antonio Salieri, maestro de música de la Corte de José II y que era notoria la animadversión y la envidia que este compositor tenía con el trabajo y a la obra de Mozart, obstaculizándolo y criticándolo continuamente.
Mas son hipótesis que se manejan sin sustento histórico y que solo están en la imaginación de los fantasiosos del cine o de la novela, porque clínicamente está comprobado que Mozart falleció a causa de una bronconeumonía descuidada; más si tomamos en cuenta que la medicina de esa época estaba atrasada y ni los antibióticos se habían perfeccionado.
Apreciemos la música que nos legó ese ilustre personaje que hoy todavía deambula por los teatros y las estaciones radiales del mundo a través de sus obras.

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